La imagen fotográfica habla por sí sola. Muchas gracias al Sr. Garrido Barroso por esta imagen.
Si hay algo que define a la Semana Santa andaluza es la Cruz, incluso más que la Última Cena, aunque Jueves y Viernes Santo, forman una unidad temática, hermenéutica, teológica e histórica.
Se puede hablar del cristianismo, tal como nos ha llegado, como una “religión trágica”, ya que hace de un crucificado el centro de nuestras creencias.
Hay que cambiar la imagen que nos han “transmitido” de Dios,
porque la “fijación obsesiva” en la cruz, lo distorsiona todo.
Jesús fue fiel al Padre. Entonces ¿cómo entender que Dios, no se impusiera a la libertad de aquellos hombres, que mataron a su Hijo?
Jesús fue inaceptable para la religión y la sociedad judías.
Y no se hizo humano para redimir nuestros pecados, sino para darnos un testimonio y ejemplo de Vida al que seguir.
No vino a traer el triunfo que esperaba el pueblo, como un mesías liberador del yugo romano, sino a ponerse de parte de los pobres, de los marginados sociales, de los extranjeros y de los pecadores. La vida de Jesús, sus luchas, sus valores y opciones, le acarrearon la muerte.
No anunciaba al Dios Omnipotente, sino al Dios Misericordioso, que se compadece del sufrimiento humano y llama a luchar contra él.
Jesús quiso cambiar la sociedad y la religión, para construir en ella el reinado divino. Dios nos quiere como colaboradores, para luchar contra el mal en el mundo, porque eso lo tenemos que hacer nosotros, aquí y ahora. No va de magia divina, sino de compromiso humano con el hermano que sufre.
Y eso supone esperanza, fraternidad y buena noticia para las víctimas de la sociedad, para los empobrecidos y para los enfermos, de cuerpo y de espíritu.
Jesús subordinaba las leyes de la religión a las necesidades humanas, y desplazaba, ponía en segundo plano, el culto y las prácticas religiosas, para priorizar los valores éticos y la solidaridad con los oprimidos de aquella sociedad y de la nuestra.
Los valores por los que luchó Jesús son humanos y divinos, porque el amor a Dios pasa indefectiblemente por el amor al prójimo. No se puede amar a un Dios que no se ve y al tiempo, masacrar al hermano.
Ni la religión ni la sociedad, soportaron ese planteamiento y se aliaron para acabar con El. Eso es lo que rememoramos el Jueves y Viernes Santo.
El anuncio de la Resurrección, fue la confirmación de que Dios estuvo con él en su muerte, porque Jesús había estado con el Padre en toda su Vida.
El pueblo andaluz acompaña a los crucificados y a las dolorosas, y se identifica con ellos. Pero no se puede olvidar la vida y la lucha de Jesús por la justicia en el mundo, porque entonces se vacía de significado su misma vida.
Hay que acompañarlo desde la identificación con los crucificados de hoy: con los refugiados que huyen de la guerra y no encuentran asilo; con los inmigrantes que escapan de la miseria y se agolpan en las fronteras, como la de Melilla; con Ucrania, Sáhara, Palestina, con los millones de parados, que apenas reciben ayudas en una sociedad marcada por la corrupción de muchos, que tienen poder e influencias; con los que viven de pensiones miserables y con tantos jóvenes sin esperanza, cuando han terminado sus estudios.
La cruz no es una realidad del pasado, sino un símbolo de un presente, que nos debe interpelar a aquellos que nos sentimos cristianos, o al menos nos llamamos así.
La indiferencia, el conformismo, de aquellos que se desentendían de la sociedad y de los más pobres, fueron objeto de la crítica de Jesús y siguen siendo las tentaciones del cristiano de hoy.
Una religión que se refugia en el ámbito privado, en lo exclusivamente personalista y no compromete a sus miembros frente las lacras de la sociedad, no puede llamarse cristiana, aunque mantenga los nombres y símbolos que la identifican como tal.
La emotividad y la empatía con los Cristos y Vírgenes de nuestras procesiones, carecen de hondura y de verdad, si al mismo tiempo no refleja los valores de Jesús. Por eso hay gentes que la han reducido a un mero culto formalista, una escenificación en las calles de nuestras ciudades, que no corresponde a lo que se vive y practica en la vida cotidiana.
La mera y exclusiva “religión del templo”, de aquel Sanedrín de aquellos Fariseos, es la que mató a Cristo y persigue a sus seguidores. Decía el Papa Francisco: “Es mejor ser ateo que un católico hipócrita”
El culto, sin compromiso humano está muerto, aunque sea una bella representación estética, una religiosidad espectacular y callejera, y una escenificación de esa pasión, de ese sufrimiento de Jesús.
Y ¡ojo! No estoy diciendo “no” a la Semana Santa, sino que rememorando, recordando ésta, dirijamos nuestra vista y nuestro corazón solidario a la misma vez, hacia aquellos que más sufren en todos los aspectos de la vida. Entonces seremos auténticos Hermanos, que es lo que Dios nos pide.

Fuentes : Juan Antonio Estrada, Teólogo. Tendencia XXI de las Religiones. Fe Adulta. Religión Digital. Leandro Sequeiros San Román, Teólogo.