El escritor Pedro Miguel Lamet S.J publicó una extensa y documentadísima biografía de Llanos.
La revista Religión Digital lanzó una entrevista con el autor de este libro. Según Lamet, el padre José María Llanos (1906-1992) conocido como el «cura del Pozo del Tío Raimundo» y considerado un auténtico mito tanto del nacional catolicismo de Franco, como de la transición española, confesó y dio la comunión a Dolores Ibárruri, la Pasionaria, que murió católica.
La presidenta del PCE, que enardecía a las masas y confesaba su ateísmo durante la guerra civil, cantaba al final himnos religiosos con el padre Llanos y compartía su fe en piadosas cartas dirigidas al sacerdote. Lo cuenta Pedro Miguel Lamet  en “Azul y rojo” (biografía del jesuita que militó en las dos Españas y eligió el suburbio), una obra de 730 páginas y cerca de mil notas, que revela documentación inédita sobre el «cura rojo» que acaba de publicar La Esfera de los Libros.
El también jesuita Lamet, explica las razones por las que ha investigado la vida de Llanos: “Era mi amigo, aunque nunca me había atrevido a escribir su biografía por su complejidad y los tópicos de que se vio rodeado. Le conocí en los años sesenta cuando el Pozo era un barrizal y yo iba todas las semanas allí a dar catequesis. Era un hombre inclasificable, de carácter difícil, pero heroico, creador, líder y de una fe muy profunda”.
Llanos fue siempre un idealista y un radical, sea el frente en que militara. De padre militar, familia católica, y nacido en la calle Serrano de Madrid, cuando estudiaba Química se peleó con José Antonio Primo de Rivera. Vivió la expulsión de los jesuitas en el destierro de Bélgica y la guerra desde Portugal, cuando en España fueron fusilados sus dos hermanos, Félix y Manuel. A este último, el más joven, se lo cargaron después de torearle con su capa madrileña y romperle los dientes con su propio crucifijo.
Esto ocurrió durante su etapa apoyando al régimen de los vencedores de la guerra civil. Después de ordenarse sacerdote, por sus manos pasaría la juventud más brillante de aquella época: la Congregación de los Luises, el Frente de Juventudes, el SEU, el SUT, cientos de tandas de Ejercicios Espirituales, etc.
Hasta Franco le llamó para que le diera los Ejercicios de San Ignacio. Llanos decía que el Caudillo era «milagrero» y que le dijo que se le había aparecido Santa Teresa. Pero siempre le respetó.  Llanos estaba en una lista de «intocables» para la policía, firmada por Franco.
Pero el paso de Llanos hacia el antifranquismo fue gradual. Cuando se albergaba en castillos históricos con los muchachos de las centurias, comenzó a sentir que había otra España empobrecida y olvidada a sus espaldas. Entonces experimenta una conversión a los pobres y al mundo del trabajo. Crea los campamentos de universitarios obreros del SUT y empieza a auxiliar a los marginados de Madrid.
A mitad de su vida al cumplir los cincuenta años, Llanos da un paso radical. En 1955 escribe una interesante carta al provincial de los jesuitas, hasta ahora inédita. Su primera idea era plantar una chabola, una «casita de Nazaret» en el barrizal del Pozo del Tío Raimundo, sólo para dar testimonio, sin predicar, sino para vivir como ellos. Más tarde, al darse cuenta de la miseria y de sus muchos conocimientos y contactos en el centro de Madrid, sirve de puente con el suburbio y se compromete en el desarrollo del mismo: escuelas, luz, agua, cultura y luego casas, un barrio nuevo… Y al principio se enfrentaba con la guardia civil, cuando los recién llegados construían de noche sus chabolas.
Por eso quizá se explica, que levantara el puño en el primer mitin del PC y que contribuyera con Marcelino Camacho a la fundación de Comisiones Obreras.
¿Qué pasó dentro de la mente de Llanos? La razón de fondo – según Lamet – es que él quería ser del pueblo «a muerte». Y la gente del Pozo, en su mayoría emigrada y represaliada, era del PCE. Luego va a visitar a Marcelino Camacho en la cárcel tras el celebérrimo y tristísimo juicio “1.001” que llevó a la cárcel a la cúpula del sindicato. Se hace amigo de Carrillo y la Pasionaria. Hay cartas muy íntimas con estos líderes políticos.
Para Lamet, Llanos vivía atado a su Olivetti, envuelto en una manta y otros estábamos atados a las “vietnamitas” en toda España, con las que imprimíamos las octavillas y que muy bien saben los pozos mineros de Linares de ello, porque en esos pozos duermen el sueño de los justos esos artilugios copistas.
El padre Llanos escribió más de cuatro mil artículos y docenas de libros. Ya era un posconciliar antes del Concilio, un outsider, un profeta para su tiempo, con un corazón universal, ciudadano del mundo y pionero en muchas cosas, como Vicente Ferrer, el padre Ángel, Teresa de Calcuta….
Dió credibilidad a la Iglesia en la transición, junto a los religiosos Díez-Alegría (hermano del general), García Salve, Ignacio Armada (hermano del general Armada) Mariano Gamo, Jon Sobrino, Diamantino García, el obispo Añoveros, el cardenal Tarancón, y otros muchísimos religiosos, demostrando que el Evangelio, no es patrimonio de un único partido político, ni de un Caudillo elegido por la Gracia de Dios.
Llanos es indefinible e inabarcable por su compleja personalidad e inagotable actividad, – declara Lamet -. Nunca me ha costado más, por esta razón, escribir una biografía, y he escrito más de una docena (apostilla).
Yo pienso que fue lo mismo que Vicente Ferrer y el padre Ángel, de los que otro día escribiré.
Fue ante todo un poeta, un soñador que escribió, con hechos de vida, su mejor poema, desde su consciente debilidad.
En un mundo azotado por la crisis, la corrupción y la obsesión económica, Llanos representa que la fe es inseparable de la lucha por la justicia (la lucha por la Justicia en los poemas del profeta Isaías)  y que hay valores evangélicos desprestigiados por el actual neoliberalismo dominante, como son la solidaridad, el amor y la esperanza que dan pleno sentido a la vida humana. Igual que en el Salvador, fueran Ignacio Ellacuría, sus compañeros también jesuítas y personal civil, asesinados en la Universidad Católica de la capital salvadoreña. Esto para mí es el Pueblo de Dios, la Iglesia de Cristo.